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MEYIRO

MEYIRO. El Origen

¿QUÉ ES ‘MEYIRO’?

‘Meyiro’ es el nombre de mi primer club. Es donde empezó todo. Es el origen. Soy Jesús Mª Platón y me inicié a los tres años en las artes marciales gracias a mis padres, que consideraban que iban a ser muy importante para mi desarrollo y formación. Comencé haciendo karate shotokan y a los doce años ya estaba entrenando con los adultos, gente apasionada y entregada, a las órdenes de Manolo Rodríguez. Entrenábamos todos los días, fines de semana incluidos. No parábamos de entrenar. Era nuestra vida y nuestra verdadera pasión.

De aquella época me quedaron recuerdos únicos y grandes amigos como Miguel Ángel Alonso Berdonces “Miguelón” y Luís Ramón Míguez. Entrenábamos en el pabellón de los deportes de La Casilla, en Bilbao. Compartíamos el espacio con un grupo de boxeo y acabamos intercambiando conocimientos y técnicas como el trabajo de manos y subidos en su pequeño ring. Su entrenador era Goyo Morante, que nos acogió con los brazos abiertos. Qué gran corazón tenía Morante.

Fuimos de los pioneros en España en combinar las artes marciales con el boxeo. Por aquel entonces el full-contact estaba dando sus primeros pasos. Yo estaba suscrito a la mítica revista francesa ‘Karate’. Me la enviaban por correo al buzón de casa y era como recibir un golpe de aire fresco. La revista me motivaba a seguir entrenando y aprendiendo, muchas veces de manera autodidacta. Entrenaba con los compañeros en clase y luego fuera. Practicábamos a todas horas preparando la técnica, la estrategia de combate, el sparring, la elasticidad y la forma física. Qué aluvión de emociones. Había que estar preparado para los campeonatos y para los exámenes de cinturón.

A los catorce años comencé una nueva disciplina, el taekwondo, con Manuel Colmenero, sin dejar de lado los otros entrenos ni los estudios. Era un alumno indagador, pero de esto me di cuenta más tarde. En realidad, estaba buscando mi propio sistema. Era un joven con unas ganas locas de aprender y de entrenar y competir por todo el mundo. Y aún sigo manteniendo ese espíritu.

Con diecisiete años me fui a Madrid al primer curso técnico y de entrenadores de thai boxing que se organizó en España con Thomas Méndez. Allí conocí a Juan Carlos Ruiz «Charlie». Ese curso me permitió ver los entrenos de thai boxing que tanto había visto en las revistas internacionales a las que estaba suscrito y en los videos de VHS de combates que compraba e intercambiaba con amigos que vivían en el extranjero.

En los años 80 comenzaron a destacar artistas marciales de los deportes de contacto en Europa. Con dieciséis años fui varias veces a entrenar a París con Dominique Valera y Roger Paschy. Más tarde pude entrenar con Benny Urquidez y Bill Wallace. También viajé a Ámsterdam, donde entrené en el mítico gimnasio ‘Chakuriki’, a las órdenes de Thom Harinck y con Gilbert Ballentine, y en el gimnasio ‘Voss Gym’, donde coincidí con Ernesto Hoost y su entrenador, Johan Voss. Todos ellos de la escuela holandesa.

Pero el que me dejó una huella más honda fue el gimnasio ‘Mejiro’, también en Ámsterdam. Allí entrené con Rob Kaman, Fred Royers, Andre Manaart y André Brilleman a las órdenes de Jan Plas. Fue una experiencia que me marcó profundamente. Aún recuerdo ese ambiente de pelea, el olor de la sala, el ring al final, la larga hilera de sacos, el tacto del tatami y los interminables entrenos que empezaban en seiza.


El espíritu del ‘Mejiro’ me hechizó y los viajes a Ámsterdam se convirtieron en habituales. El gimnasio estaba cerca de la plaza Dam, junto a los canales, y ese fue el paisaje que me acompañó esos años. Más tarde conocí otras ciudades holandesas como Utrecht, donde participé en campeonatos de Europa y del Mundo.

Entrenar en Ámsterdam me despertó el interés para conocer cómo se entrenaba en Tailandia, que era la cuna del muay thai, conocida por la dureza de los entrenos y los espartanos campos de entrenamiento. Y a los dieciocho años viajé a Bangkok para empaparme de toda aquella cultura y para vivir aquella realidad que había mitificado durante toda mi vida. Fue como si estuviera dentro de una película.

Aunque desde muy jovencito tenía claro que quería dedicarme profesionalmente a las artes marciales y tener mi propio gimnasio, nunca dejé de lado mis otras pasiones. Una de ellas eran el periodismo y la comunicación. Así que a los dieciocho empecé la carrera de Ciencias de la Información en la Universidad del País Vasco. Y mientras estaba en primero de carrera abrí mi primer gimnasio en Amurrio. Quería que fuera una instalación multifuncional y la doté de una buena zona de tatami y de sala de fitness, sauna, spa, baño turco, solárium y pesas. Siempre estaré agradecido a mis padres, José Mª e Isabel, mis ángeles de la guarda, por su confianza ciega en mí ya que pusieron su casa como aval para que me dieran el préstamo.

A mi primer gimnasio le puse el nombre de ‘Meyiro’, inspirado en aquel gimnasio de Ámsterdam que tanto me había aportado y tanto me había hecho soñar. Por una cuestión fonética sustituí la “j” por una “y”. Yo era muy joven, pero tenía muy claro qué y cómo quería enseñar. Quería transmitir a los alumnos la pasión que me movía a mí. En ese momento no sabía mucho de estrategia empresarial. Era todo pasión.

Los inicios en el ´Meyiro´ (con i griega) fueron muy duros. Dejé todas las clases que daba para enfocarme en mi nuevo proyecto. Me emocionó ver como la mayoría de mis alumnos de Bilbao me siguieron hasta Amurrio, que estaba a treinta y tres kilómetros. Se empezaron a juntar en el ‘Meyiro’ donde se tejió un bonito ambiente de familia. Disfrutaban de los eventos y de los campeonatos que organizaba y de las clases de taekwondo, de full-contact, de kickboxing y de gimnasia. Llegué a traer a dos maestros tailandeses que conocí en Bangkok para que impartieran clases a mis alumnos y les transmitieran sus conocimientos. Fue una experiencia única ya que se quedaron en mi casa con mis padres y pude convivir con ellos fuera del tatami.

Aquel  gimnasio de Amurrio que fundé mientras estudiaba periodismo con el aval de mis padres ha presenciado nuestra evolución durante los últimos cuarenta años. Ha sido el centro, el lugar donde se ha originado todo lo que ha venido después. Por su tatami han pasado alumnos de gran corazón y humanidad y ha sido una cantera de grandes competidores, senseis, sempais e instructores. Gran parte de estos intructores ya fueron formados allí. Me siento muy orgulloso de mi equipo. ‘Meyiro’ es un lugar, pero ya se ha convertido en algo más. Se ha convertido en una idea, en una luz, en un sello de calidad y todo lo que pasa allí tiene ese sello, tiene esa luz. Y es también una forma de entender las artes marciales y la vida. Y estará presente en todo lo que hagamos.